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Herencia y Pensamiento Musical

Lograr una identidad es un proceso de toda la vida. Muchas veces la época o el momento histórico que vivimos nos hace sentir la presión de buscar algo nuevo por el hecho de ser nuevo solamente. El tiempo y la madurez colaboran en la superación del conflicto interno que provoca la tensión entre la falta de honestidad con uno mismo y lo genuino. De todas formas, hay personas que nos inspiran y se configuran como nuestros referentes.


Juan Sebastián Bach fue un compositor barroco fundamental en la historia de la música por encima de su tiempo histórico real al punto de poder considerarlo un creador contemporáneo, un gran constructor de música mediante la utilización de técnicas contrapuntísticas. Tuvo una enorme importancia para compositores de la primera mitad del siglo xx de la talla de Arnold Schoenberg en lo que concierne a cómo trabajar la serie de sonidos dentro del sistema dodecafónico. La mentalidad de Bach era avanzada para su época y, quizás, hasta para la nuestra; y, lo más notable de todo, sin inventar nada específicamente, sino a través de la reelaboración de lo ya existente.

Una curiosidad que se plantea es que si tomamos una de sus obras contrapuntísticas y congelamos un momento determinado, podemos escuchar un clúster, como si fuese una obra de György Ligeti, compositor de segunda mitad del siglo xx. Lo logra mediante la superposición de notas extrañas y reales; y si bien puede pensarse que esta superposición no está planteada como sonoridad principal, la obra habilita a considerarlo.


Fue fantástico haber conocido y trabajado con el maestro uruguayo Héctor Tosar en sus cursos de análisis de obras. Su capacidad de abordar una partitura desde diferentes ángulos fue enriquecedor y disfrutable. Él advertía que el análisis debía manejarse con ciertos cuidados para no quitarle “la magia” a la composición.

   

Hay que diferenciar lo que es un ejercicio compositivo de una composición propiamente dicha. El ejercicio es algo puramente técnico en el que, a grandes rasgos, se deben resolver problemas aplicando determinadas reglas. Un ejercicio deja de serlo en el momento en que se empieza a buscar algo más allá de las reglas. Allí surge el compositor y las reglas serán las que él mismo fije.


Me gusta trabajar con estructuras y grupos de sonidos fijados de antemano. Comúnmente utilizo figuras geométricas que me atraen, como la elipse, por su aspecto circular, para darle forma y sentido a mi trabajo. En lo que concierne a la armonía, se va dando en forma aleatoria, salvo en aquellos casos en que busco una superposición específica de sonidos y planteo los sonidos de la melodía en forma vertical. Lo espontáneo siempre tiene su espacio, aparece y es como la inspiración, un factor involuntario que se presenta como una idea, un sonido, un color, un diseño sonoro que se cuela y que en algún caso también interviene como elemento disparador del proceso creativo.

Si tuviese que identificar mi escritura con alguna corriente estética, podría pensar en que configura una especie de serialismo, sin que esto signifique un límite ni un encasillamiento en la búsqueda musical.
    

La relación compositor-intérprete es fundamental. Cuando se trabaja una obra con el intérprete comienza una interacción tal que hace sentir que la obra se sigue escribiendo. De alguna forma una obra se completa en cada ejecución. Hay aspectos en la partitura, que quedan a consideración del intérprete, que no afectan la estructura general de la obra y le dan mayor libertad en la ejecución. El compositor construye su obra y el intérprete, al entrar en los parámetros que empleó el compositor, comienza a construir su interpretación.

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